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Condiciones de vida de las personas mayores


A partir de la visión integral del enfoque de derechos, la vejez –en conjunto con el envejecimiento - se entiende como un proceso de múltiples transformaciones a lo largo del ciclo vital. Estos cambios, permanentes e indelebles, están intrínsecamente vinculados a factores que influyen en la realidad y la situación de las personas mayores en las sociedades (Aguirre y Escavino, 2018; Peggy, 2002).

Dentro de estos cambios, aspectos de índole social y económica como el empleo, nivel de ingresos, educación, acceso a vivienda, adopción de nuevas tecnologías y demás, cuentan con una gran influencia sobre la situación de las Personas Mayores y las condiciones que cuentan para afrontar la última etapa del ciclo vital. En el caso colombiano, los cambios relacionados con la situación socioeconómica de las Personas Mayores reflejan una tendencia hacia la vulnerabilidad económica, asociada a condiciones persistentes de pobreza que derivan de un contexto con bajos ingresos, la poca inserción en el mercado laboral, bajos niveles educativos, así como una brecha importante con respecto al acceso a pensión.

Este contexto pone de manifiesto un riesgo latente para la garantía de los derechos de las Personas Mayores en varias dimensiones. Se encuentra que la vulnerabilidad económica de las Personas Mayores tiene incidencia en el acceso a servicios de salud – atendidos principalmente a través del régimen subsidiado -, lo cual implica, en algunos casos, un limitado acceso a la salud principalmente en casos de comorbilidades crónicas y tratamientos de alto costo (Chicaiza, 2002; Santos, 2006). Así mismo, los bajos niveles educativos y de ingresos, al igual que una escasa promoción en actividades orientadas al fomento de actividades de desarrollo empresarial y emprendimiento las personas mayores, limitan aún más las garantías de las Personas Mayores para alcanzar una calidad de vida que permita el goce de una vejez de manera digna.

Dicha vulnerabilidad se acentúa baja la perspectiva de género, donde las mujeres enfrentan una mayor exposición debido a las brechas salariales, pensionales, educativas y de participación en el mercado. A pesar de contar con mejores niveles de educación básica y media con respecto a los hombres la inserción en educación superior disminuye lo cual contribuye a explicar su menor participación en el mercado, así como su permanencia en ocupaciones centradas en el cuidado del hogar generalmente no remuneradas al igual que una menor posibilidad de cotizar a un fondo de pensiones o propiciar el ahorro para el goce en la vejez en comparación con los hombres.

La pobreza monetaria1 en hogares donde el jefe de hogar es una persona mayor fue del 30,3% en 2020. En comparación con años prepandemia su crecimiento ha sido del orden del 3% anual, siendo más relevante la incidencia en zonas rurales y rurales dispersas, donde se ha presentado una variación negativa de 6,5 puntos porcentuales, al pasar de 42,7% en 2019 a 36,2% en 2020 (DANE, 2021). Al analizar con mayor detalle la situación de pobreza en Personas Mayores, se encuentra una alta concentración de pobreza en hogares donde la ocupación laboral es de máximo una persona.

Así, el 33,2% de los hogares son pobres cuando el jefe de hogar es un adulto mayor y existe una persona ocupada en el hogar. Sin embargo, esta situación se torna más crítica cuando el jefe de hogar no es una persona mayor, aumentando el porcentaje de hogares pobres a 48,4%. La brecha en ingresos también es otro aspecto para destacar: La incidencia de pobreza monetaria es del 47,0% en hogares sin personas pensionadas con un ingreso per cápita promedio de $525.525, siendo el ingreso promedio nacional de $837.265 para el año 2020.

En relación con la pobreza monetaria extrema, entendida como la incapacidad de un hogar para cubrir una canasta de alimentos que permita la ingesta de 2.100 calorías diarias por persona, la situación de las personas mayores ha empeorado en los últimos años, principalmente en zonas rurales. Con base en las cifras del DANE, entre 2019 y 2020 se presentó una variación del 22,8% en la incidencia de pobreza extrema en hogares con personas mayores como jefe de hogar, pasando de 7% en 2019 a 8,9% en 2020, Así mismo, en la ruralidad se presentó una variación del 22,6% respecto a 2019 en donde la incidencia de pobreza extrema pasó de 12,8% a 15,7% en 2020, más del doble reportado para el total nacional y tres veces mayor en comparación con las cabeceras municipales. Desde una perspectiva más general y considerando que la pobreza es un fenómeno que no depende exclusivamente de la capacidad de hogares y personas para adquirir bienes y servicios, el panorama tampoco es alentador. Tomando como referencia el índice de pobreza multidimensional y la información dispuesta por el DANE, se tiene que para el año 2021 este indicador fue de 17.2% en aquellos hogares con presencia de personas mayores lo cual es un 1.2% superior comparado con el total nacional – 16% - (DANE, 2022).

Con relación a los ingresos las Personas Mayores en Colombia se encuentran en un escenario de acceso a trabajos principalmente poco cualificado resultando en salarios bajos, en comparación con otros grupos poblacionales, y un acceso limitado a pensiones y/o otros programas de ingresos permanentes. Se encuentra que al no contar con una pensión como mecanismo de protección, las personas mayores deben permanecer en el mercado laboral pese a haber cumplido la edad de jubilación, Incluso, aquellas que han logrado acceder a una pensión o que han acumulado un patrimonio también se ven obligadas a trabajar debido a que sus ingresos pueden resultar insuficientes (Villar, Flórez, Valencia-López, Alzate Meza & Forero, 2016).

Otro de los aspectos involucrados en la vulnerabilidad de las Personas Mayores está relacionado con la educación. De acuerdo con el CNPV, el 14,5% de las personas mayores en Colombia no sabe leer ni escribir, esto es 851.703 adultos mayores en 2018. En particular, las cohortes de edad que presentan las tasas de analfabetismo más altas son: de 90 a 99 años con una tasa equivalente a 28,4 %; de 80 a 89 años con el 24,2% y de 100 años o más con el 23,2%. Por su parte, las tasas más bajas corresponden a los grupos de edad de 70 a 79 años con el 16,9% y de 60 a 69 años con el 10,3%. Aunque la tasa de analfabetismo es alta, la tendencia descendente por grupos de edad evidencia que las personas de menos de 80 años cuentan con mejores niveles de educación con respecto a otras personas de edad más avanzada.

Con relación al acceso a tecnologías al alfabetismo y brecha digital, de acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, durante 2018 y 2019 cerca del 70% de las personas de 60 años o más no utilizan internet, mientras que, aproximadamente el 20%, lo utilizan todos los días de la semana, el 6,25% lo usa al menos una vez a la semana, el 0,84% lo usa al menos una vez al mes

y el 0,23% lo usa al menos una vez al año. La irrupción de la tecnología en la vida cotidiana de las personas, y las transformaciones que ha generado en las dinámicas de interacción social, ha sido una transformación que la población mayor no ve de la mejor forma, pues entiende la virtualización y la distancia geográfica como una tendencia a la soledad (Ministerio de Salud y Protección Social; Departamento Administrativo de Ciencia Tecnología e Innovación, Colciencias; Universidad del Valle; Universidad de Caldas, 2016).